domingo, marzo 30, 2014

Que nadie sepa mi sufrir


No te asombres si te digo lo que fuiste,
un ingrato con mi pobre corazón,
porque el brillo de tus lindos ojos negros,
alumbraron el camino de otro amor.

Y pensar que te adoraba tiernamente
que a tu lado como nunca me sentí,
y por esas cosas raras de la vida
sin el beso de tu boca yo me vi.

Amor de mis amores, amor mío que me hiciste
que no puedo conformarme sin poderte contemplar
ya que pagaste así mi cariño tan sincero,
sólo conseguirás que no te nombre nunca más.

Amor de mis amores si dejaste de quererme
no hay cuidado que la gente de eso no se enterará,
qué gano con decir que tu amor cambió mi suerte.
Se burlarán de mí, que nadie sepa mi sufrir.

Amor de mis amores, dueño mío que me hiciste
que no puedo conformarme sin poderte contemplar
ya que pagaste así mi cariño tan sincero,
sólo conseguirás que no te nombre nunca más.

Amor de mis amores si dejaste de quererme
no hay cuidado que la gente de eso no se enterará,
qué gano con decir que tu amor cambió mi suerte.
Se burlarán de mí, que nadie sepa mi sufrir.

María Rodés

Tatuaje


Él vino en un barco, de nombre extranjero.
Lo encontré en el puerto un anochecer,
cuando el blanco faro sobre los veleros
su beso de plata dejaba caer.

Era hermoso y rubio como la cerveza,
el pecho tatuado con un corazón,
en su voz amarga, había la tristeza
doliente y cansada del acordeón.

Y ante dos copas de aguardiente
sobre el manchado mostrador,
él fue contándome entre dientes
la vieja historia de su amor:

Mira mi brazo tatuado
con este nombre de mujer,
es el recuerdo de un pasado
que nunca más ha de volver.

Ella me quiso y me ha olvidado,
en cambio, yo, no la olvidé
y para siempre voy marcado
con este nombre de mujer.

Él se fue una tarde, con rumbo ignorado,
en el mismo barco que lo trajo a mí
pero entre mis labios, se dejó olvidado,
el beso de amante, que yo le pedí.

Errante lo busco por todos los puertos,
a los marineros pregunto por él,
y nadie me dice, si está vivo o muerto
y sigo en mi duda buscándolo fiel.

Y voy sangrando lentamente
de mostrador en mostrador,
ante una copa de aguardiente
donde se ahoga mi dolor.

Mira tu nombre tatuado
en la caricia de mi piel
a fuego lento lo he marcado
y para siempre iré con él.

Quizá ya tú me has olvidado
en cambio yo no te olvidé
y hasta que no te haya encontrado
sin descansar te buscaré.

María Rodés